RINCÓN DE LITURGIA
El Oficio Divino + Oficio de Lecturas
De todas las Horas de la Liturgia de las Horas, el Oficio de Lecturas es, tal vez, el más flexible—y el más ignorado. A diferencia de la Oración de la Mañana (Laudes) o la Oración de la Tarde (Vísperas), que están ligadas a momentos específicos del día, el Oficio de Lecturas puede rezarse en cualquier momento. Esto lo hace ideal para quienes tienen horarios variables o para quienes desean profundizar en su vida de oración.
La estructura comienza de forma familiar:
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Después se canta un himno, que establece el tono para las lecturas. Luego se rezan tres salmos (o partes de salmos) con sus antífonas. Como en otras Horas, se concluye cada salmo con el Gloria al Padre.
Pero lo que hace único al Oficio de Lecturas son las dos lecturas prolongadas. La primera proviene de la Sagrada Escritura, frecuentemente en forma continua a lo largo de varios días. La segunda es un texto espiritual o teológico: escritos de los Padres de la Iglesia, santos o documentos conciliares. Esta segunda lectura es un verdadero tesoro—conectando nuestra fe actual con la sabiduría eterna de la tradición.
Después de cada lectura sigue un responsorio breve. En días festivos y solemnidades, puede añadirse un Cántico Evangélico (como el Te Deum) antes de la oración final.
En resumen, el Oficio de Lecturas nos permite sumergirnos en la Palabra de Dios y en la rica herencia de la Iglesia. Ya sea al amanecer, en la noche o en cualquier otro momento, es una forma poderosa de escuchar la voz de Dios y crecer en nuestra fe.